Preguntas Frecuentes
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Los estudios sobre la reducción de daños han demostrado que la no abstinencia es un objetivo viable y sostenible asociado con la mejora de los problemas relacionados con el consumo de sustancias (Hasin et al. 2017; Witkiewitz et al. 2018). Con respecto a los trastornos por consumo de alcohol, un metaanálisis reciente encontró que los tratamientos basados en la no-abstinencia y la abstinencia no mostraron diferencias en términos de eficacia. Además, la eficacia no se vio afectada por la gravedad del caso, lo que contrarrestó la suposición de que la moderación sólo es factible para personas con casos menos graves de trastorno por consumo de alcohol (Henssler et al. 2020).
Más allá de eso, el único protocolo de reducción de daños que hasta ahora se ha probado en un ensayo de control aleatorio es el Tratamiento de Reducción de Daños para el Alcohol (HaRT-A). Collins y col. (2019) estudiaron una muestra de personas con vivienda inestable y trastornos por consumo de alcohol y encontraron que los participantes de HaRT-A tuvieron mejoras significativamente mayores en términos de gravedad, cantidad de uso y daño relacionado con el alcohol que sus contrapartes que participaron en el servicio habitual.
Los estudios cualitativos, como las entrevistas con los profesionales de la salud mental y los pacientes, han demostrado que la adopción de estrategias de reducción de daños reduce el estigma y aumenta la participación del cliente en comparación con el tratamiento tradicional basado exclusivamente en la abstinencia (Lee y Petersen 2009). Otro estudio cualitativo informó que las relaciones de los pacientes con sus proveedores de servicios se fortalecieron en entornos de reducción de daños en contraste con el «control excesivo» de otras experiencias de tratamiento y que las estrategias de reducción de daños aumentaron la seguridad y la salud de los pacientes (Mancini y Wyrick-Waugh 2013, p.17). Estos enfoques también han informado sobre desafíos específicos para el empleo de prácticas de reducción de daños, como la tensión sobre el profesional de la gestión del riesgo del cliente y la falta de pautas claras al respecto (Mancini y Wyrick-Waugh 2013; Kapadia et al. 2021).
La psicoterapia de reducción de daños se basa en una política de salud pública, iniciada en los años 70 en Europa a través de los sindicatos de las personas que usan drogas. En los años 80 se transfiere a los Estados Unidos debido a la epidemia del VIH, pero es en el año 2000 cuando se establece como una psicoterapia. A diferencia de otras psicoterapias para el consumo problemático de sustancias, esta tiene como propósito reducir las consecuencias negativas sin requerir que el paciente deba mantener la abstinencia total.
La reducción de daños surgió como una corrección a la desastrosa “Guerra Contra Las Drogas” que fue declarada por el gobierno de EE.UU. en los 1980’s y que implementó una serie de pólizas discriminatorias sin sustento científico. Vea este video para aprender más sobre porque la criminalización absoluta de las drogas es un gran error!
Ciencia de la “Adicción”
La adicción es un fenómeno biológico, psicológico y social (biopsicosocial). Dentro de este encuadre existen la teoría de automedicación (personas usan drogas para aliviar problemas emocionales y físicos) y la teoría del apego (personas forman enlaces emocionales con las sustancias, rituales y hábitos). ¡Aprende más con estos videos!
La teoría de automedicación cuenta con amplia evidencia científica y establece que las drogas se usan por una razón. Sugiere que las personas que forman una relación compulsiva o dependiente con una droga lo hacen porque, en algún momento, los efectos de esa droga le ayudaron a aliviar algún sufrimiento físico o emocional. Cuando el paciente siente haber encontrado algo accesible y efectivo para aliviar el sufrimiento, se puede formar el incentivo para el sobreuso, especialmente cuando alternativas (farmacológicas, sociales, terapéuticas, etc.) no existen. Efectivamente, entre personas expertas entrevistadas por Reducción de Daños Perú todas mencionan que el consumo problemático de sustancias siempre se presenta con al menos otro diagnóstico psicológico y/o médico.
Muchas personas solo tienen una comprensión incompleta y basada en el estigma sobre el consumo de sustancias. Al aprender sobre las causas biológicas, psicológicas y sociales del consumo de sustancias las personas pueden empezar a identificar factores que antes no habían asociado o notado como influyentes en su consumo. De aquí parte la idea de crear espacio para que la persona traiga su relación con las sustancias a un proceso terapéutico. Este marco teórico permite que una persona observe su consumo de una manera más sistemática y, así, junto a un terapeuta, identifique cuales de esos factores son fáciles y cuales son difíciles de resolver y por que.
La Situación en Perú
La droga / sustancia psicoactiva más consumida en el Perú es el alcohol. Existen estadísticas fiables sobre su impacto. El consumo de alcohol en el Perú es parte importante de las fiestas cotidianas. En estas, los menores de edad son introducidos al consumo del alcohol, llegándose a estimar que la edad inicio de consumo es a los 13 años. En efecto, el 40% de niños entre 11 y 13 años han bebido con sus familiares durante las fiestas o en casa (Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas, 2017b). La normalización del consumo crea situaciones en la cual muchos adolescentes y adultos desarrollan relaciones dependientes con el alcohol (Prescott y Kendler, 1999).
Estas situaciones son evitables! Por ejemplo, en el 2016 el consumo problemático del alcohol fue considerablemente menos prevalente en las mujeres (casi 4 años de vida saludable perdidos [AVAD] por cada 1.000 habitantes) (Suarez y Miranda 2016, p.35). Esto refleja la naturaleza sociocultural del problema. Así, entre todas las enfermedades no transmisibles en hombres peruanos, en el 2016 el uso problemático del alcohol causó el mayor número de años de vida saludable perdidos superando la diabetes e incluso la depresión (casi 8 años por 1.000 habitantes) (Suárez y Miranda 2016, p.32).
Se calcula que el 9.4% (~3 millones de personas) de la población nacional tiene un consumo problemático de sustancias, y el 1.5% (~500 mil personas) llega a tener una dependencia a las sustancias psicoactivas (Gobierno del Perú 2020). La ilegalidad confunde y subestima estos números. Lo que sabemos con más certeza es que en el 2020 hubieron 14,611 casos de atención por consumo abusivo de sustancias (la mitad por consumo de alcohol). La diferencia entre la prevalencia del problema y los servicios de salud se conoce como la brecha de tratamiento.
En América Latina y el Caribe, la brecha en el tratamiento para la dependencia del alcohol es del 85,1% (Organización Panamericana de la Salud, 2021). Es decir, sólo el 14.9% de las personas que buscan tratamiento pueden encontrarlo. En la ciudad de Lima, esa brecha es del 69%, la brecha regional más baja del país. Casi todas las demás regiones tienen una brecha que supera el 80% y la mayoría supera el 85% (Ministerio de Salud del Perú 2018, p.23). En el Perú solo existen 6 psicólogos por cada 100 000 habitantes. En el 2018 solo habían 1082 médicos psiquiatras colegiados (Ministerio de Salud, 2018). Es más, estudios indican que, dependiendo de distintos factores, entre el 23 al 50% de consumidores abandonan el tratamiento en centros ambulatorios y entre el 17 al 57% de consumidores abandonan el tratamiento en centros residenciales (Samuel et al., 2011). Las causas más comunes para que los pacientes abandonen el tratamiento terapéutico son la incompatibilidad con la terapia, la percepción de la propia mejoría a pesar de tener mucho por recorrer, y la “recaída” (Calvo et al., 2016) lo cual es visto como un fracaso en los tratamientos convencionales pero que la reducción de daños reconoce como parte inevitable del cambio.